Torre de alto voltaje
Un grupo de investigadores de la Universidad Nacional de Taiwán ha presentado un dispositivo capaz de transformar vibraciones cotidianas en electricidad, y su propuesta ya despierta expectativas por las posibles aplicaciones prácticas.
El principio no es nuevo: desde hace años se estudia cómo aprovechar la llamada piezoelectricidad, es decir, la capacidad de ciertos materiales de generar corriente cuando se deforman. El reto estaba en que estos sistemas solo funcionaban de manera óptima en una frecuencia concreta, perdiendo eficiencia en entornos cambiantes como calles o edificios.
El equipo del profesor Wei-Jiunn Su asegura haber resuelto el problema con un diseño innovador. En lugar de placas rígidas, emplean una membrana flexible de PVDF tensada como un tambor. Esta superficie se deforma de manera uniforme y permite captar más energía en un rango mucho más amplio de frecuencias.
El secreto está en un pequeño peso móvil que actúa como regulador automático. Según la intensidad de las vibraciones, se desplaza hacia afuera o hacia adentro, ajustando la frecuencia natural del dispositivo sin necesidad de motores ni electrónica. En pruebas de laboratorio, el prototipo generó cerca de 29 voltios, el doble que los sistemas tradicionales del mismo tamaño.
La investigación apunta a un futuro con sensores y dispositivos autónomos capaces de funcionar sin baterías ni recargas. Desde implantes médicos hasta sistemas de monitorización en puentes, carreteras o edificios, la promesa es aprovechar una fuente de energía abundante pero hasta ahora desaprovechada: los micromovimientos que nos rodean.
De confirmarse su escalabilidad, esta tecnología podría convertirse en una alternativa sostenible y silenciosa para alimentar el internet de las cosas y otros equipos que necesitan funcionar de manera continua en lugares donde conectar un enchufe resulta imposible.